The Cure, Desintegration

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The Cure Desintegration

“Pensé que era mi obra maestra y ellos que no era más que una mierda”. Dijo Robert Smith de The Cure antes de que Desintegration vendiera más de 5 millones de copias en todo el mundo.

4.8/5

 “Estaba realmente preocupado por la idea de hacerme mayor”. Esto es lo que pensaba Robert Smith de Desintegration en algún momento entre la publicación del disco y la aceptación a regañadientes de su vejez.

Para mí, sin embargo, es una oda amarga al final de la inocencia.

Uno de esos discos marco que cuentan algo en un momento preciso.

Y si ese momento tiene como contexto fuertes tensiones intestinas, rumores de separación, presiones discográficas, adicciones serias y un paso de década; pues mucho mejor.

The Cure Desintegration: puro rock existencialista

Hay poco existencialismo en el rock; pero el que hay es muy auténtico.

Pink Floyd, por ejemplo, fueron muy explícitos cuando compusieron The Dark Side of The Moon: locura, agonía, lujuria, frustración, muerte y desasosiego como una metáfora poética de la insoportable levedad del ser.

Un relato que, además, concluye pesimista: “no existe una cara oculta en la luna, es toda oscura…”.

Años después Joy División ahondarían en este discurso con Closer: un disco heredero del teatro de la crueldad de Antonin Artraud, tan celebrado por Jim Morrison y The Doors, quien inauguraría el con The celebration of the lizard y The end.

Hoy, Radiohead quieren abanderar la causa existencial; pero son muy malos letristas.

Absurdo, suicidio, pesadumbre, pesimismo, nihilismo, Camus, Sartre, Nietzche, almendras amargas, bourbon a palo seco y de fondo los Sex Pistols. No, mejor Van Der Graaf Generator.

Y bueno, lo sabes tan bien como yo: se empatiza mejor con los que ven el vaso medio vacío que con aquellos que amanecen cantando el Rigoletto cada maldito día; es una cuestión de inteligencia.

Por eso, Robert Smith fue el chico de moda durante los bobalicones años ´80: un alma ambigua, poética y huraña; el perfecto revulsivo para aquellos que sufrían la indigestión bailonga de Culture Club, Michael Bolton o Phil Collins. 

Desintegration es un manual, un refugio para los malos momentos y el vademécum de una estrella del rock crepuscular: frustración, drogas, aislamiento; hartura de todo.

Por eso cada pieza de este disco es un retrato personal que conecta directamente con el hipotálamo de cualquiera que sepa escuchar.

La era del Rock Gótico

Podría decirse que este disco consigue algo inédito en el mundo del rock: crea una estética.

La perfecta síntesis entre la desfachatez de Kiss, la profundidad de Pink Floyd y la traza de Peter Hammill da como resultado una raza de noche: los góticos, que, lejos de desintegrarse con el tiempo, aún han crecido y se han multiplicado: darks, emos

Y todo gracias a The Cure, con el permiso de Susi and the Banshees, claro.

Atrás quedaron los aires festivos de The head on the door (1985) y Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me (1987); discos que les habían abierto las puertas de los EEUU y dado a probar la cereza yanqui: uno de los motivos por los que se pensó que Desintegration iba a ser un fracaso.

“Pensé que era mi obra maestra y ellos que no era más que una mierda”. Dijo Robert Smith muy consciente de que en el mundo del disco ganan más los serviles.

Ahora puedo imaginarme a los directivos de Elektra Records tragando saliva al escuchar Plaisong o al escuchar cualquiera de los cortes que les presentó (ninguno baja de los 5 minutos).

Pero, por fortuna, el disco fue un éxito: 2 discos de platino solo en los USA y un billete de ida hacia el abandono que vivirían durante las siguientes décadas.

Pero lo más interesante de todo no son las cifras, sino la composición misma del álbum: hecho íntegramente por Robert Smith en su home studio y con una calidad a la altura de lo que después sería el disco producido junto a la banda.

Gestas megalómanas de genios fuera de serie en la línea de Peter Townshend (The Who) o Mike Scott (Waterboys) que, a la postre, les ha costado más de un disgusto con sus compañeros de banda. De hecho, Simon Gallup, el legendario bajista de The Cure, ha anunciado en agosto de 2021 que abandona el grupo cansado de sentirse «traicionado».

Este es un disco que ha formado parte de la banda sonora de muchas vidas, y solo por eso merece toda tu predisposición.

Tapando bocas con champán

Los magnates de la industria del disco, concretamente de la Warner Music Group, debieron cerrar sus bocazas, no sin antes llenarlas del mejor champán a ese lado del Atlántico, al comprobar que el disco vendía más de 5 millones de copias en todo el mundo.

De hecho, su popularidad reverberó después en bandas igualmente lucrativas como fueron Placebo, Goldfrapp o Manic Street Preachers.

Como he dicho, un disco marco de los que, con suerte, te sale uno.

Y como siempre, si el producto es bueno, no importa si cumple o no con los cánones de la displicente y ultraconservadora industria.

Las canciones son muy largas para formar parte de un género como el pop-rock; parecido a lo que le pasa a Songs in the Key of Life de Stevie Wonder. Y, sin embargo, devuelven una curiosa sensación de pretendida indefinición que engancha.

Por eso, la música es tan evocadora que termina por sublimarse: Closedown es el goteo de la lluvia en tu ventana; Lovesong el abrazo escuálido del ser amado; Lullaby, la caricia de una criatura salida del armario en mitad de la noche; Fascination street la última calada antes de caer dormido; The same deep water as you la noche anidada en cada uno de tus pensamientos y Untitled, un eclipse total de luna: “luchando contra el diablo, sintiéndome fútil, viendo como el monstruo sube cada vez más y más dentro de mí”.

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Crítica de The Cure Desintegration. Resumen

Este es un disco que ha formado parte de la banda sonora de muchas vidas, y solo por eso merece toda tu predisposición.

Además, fue el canto de cisne de una banda en una línea imposible de repetir y que les mantuvo vivos durante las siguientes décadas, repitiendo en las listas de éxitos alguna vez más (aún estaba por llegar Wish y Friday I´m In love en 1992; al final, su disco más vendido.

No obstante, nada de esto ha impedido que Robert Smith fuera convirtiéndose paulatinamente en su propia sombra.

Y esto, en el fondo, es algo normal cuando trabajas con emociones y tu público espera siempre lo mismo de ti. 

Por eso, espero que Robert Smith haya aprendido a dejar de preocuparse por hacerse mayor; porque, sin duda, hizo justo lo que debió hacer en el momento en que había que hacerlo. Y esto es algo que debería descansarle la mente.

¿Quieres escuchar el disco en Spotify?

Recomendaciones

Si todavía no los has escuchado, prueba con estos discos:

  • Pornography (1982).
  • The Head on the Door (1985)
  • Kiss me, Kiss me, Kiss me (1987)
  • Wish (1992)
 
Sigue aquí todas mis críticas musicales.
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