Bruce Springsteen, «Born in the USA» review

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Bruce Springsteen Born in the USA

Con Bruce Springsteen y su Born in the USA tengo la sensación de que estoy escuchando un genérico para todos los públicos. Y es que, si algo tiene este disco, es su valor histórico: una banda sonora de los días de vino y rosas del mercachifle discográfico, del Lobo de Wall Street y de la frivolidad propia de una década que se lo bebió todo y se fue sin pagar la cuenta.

2/5

“He visto el futuro del Rock and Roll y su nombre es Bruce Springsteen”.

Estaba claro que Jon Landau, crítico de la Rolling Stone y productor de MC5 o Jackson Brown, le quería mucho. De hecho, le quería tanto que, además de lanzarle estos piropos, acabó siendo su manager y valedor hasta entrados los ´90.

Algo muy común en los fanáticos de Bruce Springsteen: quien lo coge ya no lo quiere soltar -Neil Young ejerce el mismo tipo de embrujo-.

Y la razón es que su historia es un cuento de hadas: infancia dura con familia de religiosidad extremista, padre endemoniado con la mano muy suelta, buen deportista, pésimo estudiante y terco luchador de pasión perseverante…

Un tipo que buscó refugio de sus demonios en la música y que ha sabido definirlos muy bien en sus canciones.

Al final, el retrato del sueño americano y del común de los mortales. Otra cosa es que te guste…

En un oscuro parking de Nueva Jersey…

Antes de abordar los años de vino y rosas hay que situar a Springsteen en un oscuro parking de Nueva Jersey en 1972 y firmando su primer contrato discográfico sobre el capot de un coche.

Junto a él Mike Apple y Jim Cretecos, dos productores de mala fama, y 10 discos por delante con la CBS.

Entre las buenas noticias, una fue especialmente celebrada aquella noche: la oportunidad de hacer una audición para para John Hammond, descubridor de Billy Holiday, Aretha Franklin o Bob Dylan, después de años empapando la camiseta en tugurios.

Al escucharlo, Hammond no se lo pensó dos veces y escribió su nombre entre los de aquellas estrellas. Un sueño hecho realidad que, como no podía ser de otra manera, tenía trampa.

Tras el éxito de Born on the run en 1975, Springsteen descubrió que el papel que firmó en aquel coche le eliminaba como propietario de sus propias composiciones (un drama parecido al de John Fogerthy con la Creedence Clearwater Revival).

Su lucha duró mucho menos que la del cantante de la Creedence, apenas 3 años; pero no cabe duda de que le dejó tocado.

Desde 1978, y convertido ya en “El Jefe”, se convertiría en el cronista de los perdedores y las almas impenetrables: el cantor de las penas del americano medio.  

Vietnam, sintes y mercachifle discográfico

Springsteen pasa de mártir de la América profunda -a lo Hank William, Woody Guthiere o Townes Van Zant- a mega estrella guaperas con tufillo a cadena de montaje por la obra y la gracia de Born In The USA.

A mi juicio, este disco se lo dio todo; pero también se lo quitó todo.

Por eso, cuando lo pongo y suena el resobado riff de la canción que da título al álbum siento la losa de un mainstream que ha envejecido regular.

Nos pasa a todos, eh… ¿Cuánto tardas tú en cambiar de emisora cuando suena el mandolineo de Losing my religion?

Son tantos los hits de este tipo que deseo desinstalar de mi cerebro que prefiero no pensarlo demasiado para no invocar cosas como With or without you, Under preassure o Sweet child of mine. Y ya es difícil, pero de entre todas ellas, esta es de lejos la peor de todas.

Además, fue usada por la administración Reagan para ensalzar los valores patrios en un ejercicio de hipocresía extremo que, naturalmente, no gustó al Boss. Pese a todo, el daño ya está hecho y me resulta imposible verle la gracia a esta traca de sintetizadores y banderas ondeantes por ningún lado.

La letra de Springsteen, por si no lo sabías, habla con sorna sobre la guerra de Vietnam –el tema de un millón de dólares en EEUU- y aprovecha para aclarar lo tremendamente hipócritas que son los norteamericanos dicho por uno de sus representantes artísticos.

Pero ni con esas hay forma de encajarla bien: son casi 5 minutos de un riff que parece sacado de una jam cervecera que ha terminado en el himno gracias al extraordinario coñazo que se dio en la radio con ella.

Pero si consigues aguantar entero el tema, aún te queda una pequeña montaña que escalar…

Cover Me, la siguiente, no mejora la cosa: es un corte bluesy que perfectamente podría haber cantado Joe Cocker en aquellos días y una apropiada maniobra por parte de Jon Landau; quien ya había intuido que el pop blues para cuarentones iba a ser lo más aquellos años.

Lo mismo sucede con Darlongton Country, que suena a los Rolling Stones del Undercover; aunque realmente es la versión karaoke del Honky Tonk Women.

Working On The Higway son los Dire Straits del Walk Of Life o el Power Of Love de Huey Lewis And The News. Dos pestiños que hicieron de 1985 el año del cólico en la historia de la música.

La sensación de que se está escuchando un genérico para todos los públicos no te abandona en ningún momento. Y es que, si algo tiene este disco, es su valor histórico: una banda sonora de los días de vino y rosas del mercachifle discográfico, del Lobo de Wall Street y de la frivolidad propia de una década que se lo bebió todo y se fue sin pagar la cuenta.

Como curiosidad, –que no me creo- alguien coló la anécdota de que Springsteen estaba orinando sobre la bandera estadounidense en la portada del disco. Y no me lo creo porque, de ser cierta, se hubiera producido una carambola de hipocresía tan potente que habría provocado otro agujero negro en la Vía Láctea.

Bruce Springsteen, Born in the USA review. Resumen

Está claro que es muy fácil criticar las cosas que funcionan bien y tildarlas de superficiales. Al final, un disco rompedor debe seguir las líneas maestras del mercado y Born in the USA las usa todas.

Culparle de ser intrascendente es una obviedad porque, en el fondo, es una obra de laboratorio hecha por y para la industria discográfica en los años dorados del pop mullet.

Una reliquia que embalsamar en el lugar menos vistoso de tu discografía doméstica.

Así que, una vez digeridas las primeras canciones, el resto no son más que guiños a los Rolling de la época, los “lalalas tan célebres de Bruce, algún rockabilly atropellado (un estilo que revivió inquietantemente durante esta época; sobre todo aquí en España) y, en definitiva, un vestigio de otros tiempos que meter en el museo de demacre.

Como curiosidad, –que no me creo- alguien coló la anécdota de que Springsteen estaba orinando sobre la bandera estadounidense en la portada del disco. Y no me lo creo porque, de ser cierta, se hubiera producido una carambola de hipocresía tan potente que habría provocado otro agujero negro en la Vía Láctea.

No obstante, aún deja alguna sorpresa para el final: I´m Going Down, Glory Days y Dancing In The Dark.

Una suerte de suite de la América rural donde Bruce tenía, y sigue teniendo, se caladero más fiel –amen del presentador Manel Fuentes-.

Los rednecks aún le adoran como a un mesías. Por eso no me sorprende en absoluto que un bodrio como My hometown -que parece la cabecera de un programa de pesca- llegara al número 6 de las listas de éxitos en 1985.

Y es que el verdadero valor de Bruce Springsteen no es su música, sino su figura: un tótem, un líder, una guía espiritual, un telepredicador; un hombre hecho a sí mismo cuya foto, orinando o no a la bandera, motiva y cautiva a cualquiera que necesite un hombro donde apoyarse. 

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Recomendaciones

Si todavía no los has escuchado, prueba con estos discos:

  • Born to run (1975).
  • The river (1980)
  • Nebraska (1982)
 
Sigue aquí todas mis críticas de discos
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